Me siento hoy como una lombriz de tierra sepultada bajo mil de planchas de metal frío. Van depositándose, una tras otra, enterrándome más y más: son los días al pasar.

Antes me alimentaba de la tierra pero ahora el óxido del metal la envenena. La herrumbre lo invade todo y la boca me sabe a sangre. 
Tampoco me dejan ver la luz del sol, por eso mi vida es una condena subterránea.
Mi piel de lombriz, que es una frágil mucosa lacrimógena, se llena de yagas al más leve contacto con las planchas de metal. 

Por suerte aún me queda la música y el personaje de alguna novela que consigue rasgar mis entrañas.

¡Apartad vuestra mirada! No quiero que me veáis así, revolviéndome como un pez recién pescado en penosas sacudidas. 

La vida dura un segundo y sólo los idiotas se aferran.
Mi vida es un estanque de aguas paradas, podridas y verdosas, sobre las que reposa, a medio hundir, el cadáver de algún insecto en compañía de un nenúfar con olor a muerto.

Mi tiempo ha pasado y a mí me hubiera gustado construir castillos.




Legi
016
Como el primer amanecer en una ciudad remota,
sintiéndote un extraño sin nombre ni cara ni pasado y con un futuro por concretar.
Salir a pasear entre un montón de gente que no significan nada,
quedarte ahí, viéndolos pasar sin cruzar una sola mirada.
Vagar por vagar y perderte mientras tanto. 

Quiero ser forastero. Quiero ser nadie.
Que nadie me reconozca. No pronunciar nunca más una sola palabra. Tener el buzón vacío.
Quiero ser un desconocido en medio de desconocidos. Simplemente otra sombra. Sentirme solo.
Vestir siempre de gris un abrigo largo y raído. Notar el tacto pesado de su tela vieja y que ésta sea mi refugio a las miradas y al frío. 

Odio salir y cruzarme con tantas bocas que han pronunciado mi nombre ¡Es tan triste!
Creen que me conocen y no saben nada. Son una gota de veneno diluyéndose en una garrafa de agua pura: insignificante pero suficiente para echar a perder todo el contenido.
Hablan mientras caminan, por eso ni hablan ni caminan. Mienten. Presumen. Matan.

¡Quisiera despertarme lejos!

... Que todo se derrumbe y el cielo se haga pedazos.
Que todo cambie y que el cambio implique extinción. 
Que nada permanezca, de tal forma que el alba de la bienvenida a una nueva raza de desconocidos con maravillosos desnudos ocultos.



Legi
016















Como el primer amanecer en una ciudad remota,
sintiéndote un extraño sin nombre ni rostro ni pasado y con un futuro aún por concretar.
Salir a pasear entre un montón de gente que no significan nada,
quedarte ahí pasmado, viéndolos pasar sin cruzar una sola mirada.
Vagar y vagar mientras te pierdes en el intento. 

Quiero ser un forastero. Quiero ser nadie.
Que nadie me reconozca. No pronunciar una sola palabra. Tener el buzón siempre vacío.
Quiero ser un desconocido en medio de desconocidos. Solamente otra sombra. Sentirme solo.
Vestir siempre un abrigo gris y raído y que nadie me apunte con el dedo. Notar el tacto de su vieja tela y que ésta me sirva de refugio al protegerme de las miradas y el frío. 

Odio salir y cruzarme con tantas bocas que han pronunciado mi nombre ¡Es tan triste!
Creen conocerme y no saben nada, son como una gota de veneno diluyéndose en un vaso de agua pura: una leve mueca es suficiente para echar a perder todo el contenido.
Hablan mientras caminan, por eso ni hablan ni caminan. Mienten. Presumen. Matan.

¡Quisiera despertarme tan lejos!

... Que todo se derrumbe y el cielo se haga pedazos.
Que todo cambie, siempre y cuando el cambio implique extinción, y que nada permanezca, de tal forma que el alba de la bienvenida a una nueva raza de desconocidos con maravillosos desnudos ocultos.



Legi
016















¡Qué triste no creer en nada y desconfiar de todo! Es como vivir en una noche perpetua. 
Hazme caso, se de qué hablo. No sale el sol para quien no tiene esperanza.
Ven y escucha. Me vas a compadecer.

Como decía, ya no creo en nada. 

Creo que todo está corrupto y podrido. 

Creo que el sistema educativo está especialmente diseñado para producir tontos, para alienar a los chavales, para que éstos actúen y obedezcan como autómatas.
Creo que la educación privada es un mecanismo desesperado para asegurar altos cargos a quienes puedan pagarlos y que éstos cobren mucho y coticen mucho y le alquilen la vida a los otros tontos que cobran poco y cotizan mucho.
Creo que les interesa que estemos enfermos, así seguimos consumiendo medicamentos y pagando resonancias. Además quien está enfermo está débil y los débiles, lejos de ser dueños de sí mismos, tienden a dejar su suerte en manos de terceros: fe. 
La fe mueve montañas, odio y sacos de dinero.
Les interesa que odiemos porque mientras se odia uno es visceral y no emplea la razón ni la conciencia. Eso justifica incluso el saqueo.
Les interesa que se ponga de moda eso de ser vegano y vegeta porque van quedando menos animales y también les interesa que comamos pre cocinados porque están hechos de plástico, que es algo que, por ahora, sobra. Eso nos vuelve podres por dentro pero los podridos enferman y, como ya se ha explicado, los moribundos son bastante rentables para las farmacias, hospitales, especialistas, curanderos, funerarios, floristas y curas.
Hablo en tercera persona como atribuyéndole la dinámica de las cosas a alguien. Sin embargo dudo que sea una cara concreta y ajena a todo. Al fin y al cabo ellos mismos comerán mierda y respirarán un aire viciado. Da igual, la vida es efímera y el invierno está próximo así que... A vivir la vida de forma opulenta desde un palco con vistas.
Creo que les viene bien que todos amemos el deporte. El deporte anestesia, así que cada cuatro años tocan mundial, olimpiadas y eurocopa que, hábilmente dispuestos, nos entretienen casi cada año el mesecito que teníamos libre.
Les encanta que tengamos Facebook, Twiter, Instagram, Snapchat, Blog... Porque, además de desvelarles nuestros secretos, les hacemos un amplio estudio de mercado gratis.
Les interesa que oigas música, que veas pelis, que nos creamos cultos: el ocio es un negocio rentable.
Creo que los estadios y los cines actualmente son jaulas.
Creo que lo de escuchar ya no se lleva. Que simplemente oímos.

Creo que todo está perdido y no me queda más que contarle todo esto a una pantalla igual de fría que tú y que yo.



Legi
016

















Ayer volví a pensar en lo impensable.

¿No te pasa que, a veces, te asalta un mar de dudas
y vas simplificando, como quitando lastre de un bolso lleno de piedras,
hasta que llegas a lo esencial:
qué coño estoy haciendo aquí?

Aunque se hacía de noche salí a caminar porque no aguantaba un minuto más aquí dentro.
Llovía con desgana y todo estaba embarrado, pero me puse unos playeros blancos.
Me detuve a observar mi reflejo deformando en un charco y en él vi dos ojos esparciendo tristeza. Luego seguí caminando con las manos en el bolso y a un ritmo más bien lento hasta que llegué a un camino de tierra. Ya no había casas ni luz. La lluvia había parado y dio paso al típico frío tonto que marca el final del invierno. Me senté sobre los restos de un tronco quemado. No se veía nada a lo lejos: ya era noche cerrada. Me miré los pies y tenía los playeros blancos llenos de mierda. Me subí los cuellos de la chaqueta como para aliviar el frío instintivamente y fue entonces cuando pensé en lo impensable, en ese tabú prohibido que ni siquiera uno se atreve a confesar a sí mismo. Yo no se qué hago aquí. ¿Para qué estoy aquí? ¿Estoy cumpliendo una función concreta, aportando algo, haciéndole más llevadero ésto a alguien? No lo se, lo que sí se es que cuesta más de lo que esperaba encontrar un hueco en el mundo. Yo no tengo raíces como el tronco sobre el que reposa mi culo (aún así de poco le han servido). Como me estaba volviendo más oscuro que la mismísima noche me puse mi canción favorita: En Ring Til Å Herske ¡Qué brutal melancolía! Dejé entonces de pensar en lo impensable y cavilé sobre las formas caprichosas de las ramas, las montañas y el vaho. Tiré alguna piedra a un charco para mirar las ondas expandirse y permanecí quieto hasta que terminó la canción sintiéndome algo más vivo pero tristísimo. Luego la volví a poner desde el principio y comencé a caminar de vuelta. Llegué a casa con el alma rota y los ojos vidriosos, pero antes de eso bajé la cabeza y vi una lagartija retorciéndose. Se desprendió de su cola y huyó. Al cabo de unos meses ya le habrá crecido una nueva.



Legi
016
















A contraluz trepidante
mi cabeza giraba.

Debiera, 

después de tanto tiempo rodando,
pero sed no tenía, así que
digerí como pude las palabras vacías
que oscurecen el día.

Rebotaban a ciegas

convirtiéndose en pulpa.
Así las noté morir: 
contra la pared viscosa
de un alma en penumbra 
y geografía de cueva.




Legi

016
















Por lo general en mi calle se respira una atmósfera rancia, desagradable, como si el olor de cien sartenes se pelease por ser el primero en entrar por tu nariz, sobre todo cuando en el bar de en frente hay cocido de primero.
Mi calle es una recta, sin más.
La acera debió ser blanca en su día y tiene un millón de chicles pegados como lágrimas de petróleo. No es raro tropezarse con los restos de las lunas del coche de algún desgraciado o con chorros de pintura roja que bien podrían ser sangre (seguramente los chavales han estado pintando una bici). 
Por lo menos, aunque pegajosos y hechos polvo, la acera conserva todos sus adoquines. Creo.

En un extremo de la recta, a mano izquierda, hay un descampado. En él iban a construir unos bloques pero se ha quedado como aparcamiento de último recurso o para bajar el perro a que cague. Cuando llueve se forma un barrizal asqueroso.
En la otra punta hay un parque con columpios llenos de firmas y marcas a navaja, unos aparatos ridículos para que los ancianos hagan gimnasia y un tobogán que no resbala. 
Si te dejas guiar por el olor a mierda llegarás ante un río marrón con unos meandros curiosísimos que parecen sonreír. Eso sí, ojo con resbalar que el paseo está sepultado por moho y ortigas. Como caigas al agua... No esperes que nadie venga a ayudarte.
Al final de la calle hay una rotonda que tiene un jardín desastroso: las malas hierban lo invaden todo. Parecen querer devorar incluso el asfalto las muy bestias. Siempre pienso que esta entrada dice: "bienvenido a un pueblo decadente". Si la conocieras sabrías de qué estoy hablando.

Hay muchos bares en mi calle. Me faltan dedos en las manos. En todos hay gente viendo fútbol o motos o coches o el deporte que cuadre en ese momento en la tele, da igual cual.  Es curioso: parroquianos tan deportistas pero que no se separan de la barra... Generalmente salen a echar el pito y continúan afuera la discusión de turno. Todos parecen tan tristes y tan llenos de rencor... No es raro encontrarse a mi padre en alguno.

El resto de las fachadas son viejas y se caen a pedazos o se han vuelto grises con el paso del tiempo.
También hay letreros con anuncios medio despegados o cubiertos por mierda de pájaro.
La carretera está bien asfaltada y no hay zona azul aunque los pasos de cebra apenas se distinguen. No obstante casi nadie cruza por ellos.

Mi ventana da a un patio de luces en penumbra. A veces el viento se cuela y silva.
Cuando quiero estar tranquilo o ver una peli se oyen las voces de alguna pareja discutiendo o el típico chulo que da acelerones al coche, no falla. 
Cuando me apetece salir y ver gente todos están en su casa durmiendo. 
También suele molestarme el sonido de una gotera persistente.

No me quejo de mi calle. Odio quien se queja de un sitio teniendo internet como herramienta de evasión.
Últimamente suelo asomarme bastante a la ventana. Entonces pienso que estoy abusando del café o mira a ese, cuánto tiempo hace que no lo veía o que, tal vez, debiera hacer algo más productivo con mi puta mierda de vida, entonces retomo algún libro o algún viejo disco y vuelvo a sumergirme en algo que me conduce a algo o que, por lo menos, me distrae aunque casi nunca logra hacerme sentir menos solo.



Legi
016